Page 15 - El Autor prodigioso
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Algunos sostienen que no serviría ni como desvencijado papel de es-
            traza en el devenir de las sociedades; pero en todo ser vivo digo que siempre
            se contiene una historia, así, en miniatura, que bien merece nuestra atención.
            Nada hay en la Creación que fuera ideado solamente para embellecer, y todo,
            por módico o despreciable que parezca, tiene su razón de ser y existir: podrá
            agradarnos o producirnos rechazo, podrá deleitarnos o enconarnos, pero lo
            que no es preciso, sencillamente no es. Ningún ser está de más en este concier-
            to magnífico que entre todos interpretamos, ya sea diminuta batuta, humilde
            triángulo o dulce cuerda, pues que hasta el mejor piano está incompleto sin una
            sencilla tecla.
                    En esta novela lo veremos.
                    ¿Qué hace que una criatura derive en virtuosa o perversa?
                    Hay quien afirma que en ello tiene mucho que ver la genética, esa
            dictadora que nos fuerza a nacer ya con un pliego de órdenes enroscadas en
            cada célula; pero, si es así, ¿en qué peca quien obedece a lo está escrito en su
            ser desde que fuera concebido, o qué culpa tiene el personaje del papel que el
            autor le asignó, si lo interpreta bien? Otros, sin embargo, alegan que el indivi-
            duo es bueno o malo por elección propia, por el uso que hace de la republicana
            libertad; pero, si eligió ¿no sería porque tuvo entre qué hacerlo, de lo que se
            desprende que la libertad misma exige la existencia previa del bien y del mal?
            Y si estos extremos son imprescindibles, ¿en qué peca quien alimenta algo tan
            necesario para todos?
                    Veremos, sí.
                    Hagamos sin miedo un poquitín de historia menuda, y conozcamos a
            nuestro hombre mejor antes de condenarle o darle premio.
                    Nacido en el populoso y humildísimo barrio de la Ciudad Lineal ma-
            drileña, allá por del 55 del pasado siglo, sanote y sonrosado vino a hacerlo en el
            seno de una familia de muy humilde condición, siendo el último en ser alum-
            brado del parto de gemelos nacidos, los cuales ocuparían el segundo y el tercer
            ordinal en una prole que andando el tiempo contaría con cinco miembros.
                    Recién llegados del pueblo, Lubitana, en busca de una prosperidad que
            los rigores del campo y de la posguerra en su pueblo natal se les negaba, habitó
            en primera instancia la familia en una casa levantada con deshechos de cons-
            trucción en los alrededores del Cementerio de La Almudena, la cual se llevaba
            en concepto de renta casi más de lo que el cabeza de familia lograba reunir con
            arduos esfuerzos e inacabable jornada.
                    Toribio Cantueso, el cabeza de familia según la denominación al uso en
            la época, era un hombre que poco o nada sabía de ninguna cosa, a no ser traba-
            jar de sol a sol como una caballería en el campo desde su primera infancia por
            poco más que el sustento, y aún este más que regateado. Largamente imaginó

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