Page 7 - El Autor prodigioso
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                                        Génesis


                           El comienzo es la parte más importante de la obra.
                                           Platón



                    «Aunque la verdad es un océano muy hondo, conviene considerarla
            como si fuera un charco porque hay abismos en ella que son insondables. Es
            preferible quedarse en la superficie espejada de esa balsa sucia en que viene a
            dar lo ordinario, pero que es lo bastante como para reflejar algunas aspiraciones
            elementales: un poquitín de mirar a lo alto, un mucho de inmundicia mejor o
            peor disimulada y un algo de intención, de sueño o de maqueta.»
                    Así pensaba el hombre —con iguales o semejantes ideas—, absorto
            como en una ensoñación, no se sabe si por pavor del presente o si por excita-
            ción del ánimo.
                    En la habitación en penumbra, tendido sobre la cama, perdía su mirada
            en el cosmos que las agitadas luces cosmopolitas dibujaban en el techo o la hun-
            día en la sima de los rincones en que las más densas tinieblas se acurrucaban,
            espantadas de la anaranjada luz de las farolas. Y seguía:
                    «La vida es una farsa. Ninguno de los actores somos genuinamente en
            la intimidad quienes representamos ser en lo social: unos, esconden sus atipla-
            das voces detrás del cartón de máscaras hoscas o brutales que les proporcionan
            ronco timbre y severo acento; otros, ocultan tras de refinadas cosméticas o
            cirugías estéticas sus perfiles groseros y sus hórridos semblantes; algunos más,
            revisten de beatitud, santidad u honradez su vanidad o falso orgullo, cuando no
            tienden redes para capturar incautos a los que devoran mientras son adulados;
            y todos, nos mostramos según un amplio catálogo de disfraces que disimulan
            nuestras verdaderas identidades. No siempre por deseo propio, claro, sino que
            muchas veces es así por imposición de esta sociedad enraizada en la impostu-

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